La Floridita
Dicen que cuando uno va a La Habana, tiene ciertos sitios obligados por conocer… como la plaza de la Revolución, el monumento a José Martí, el Capitolio, el Malecón.
Entre todos los lugares, la ciudad vieja genera sin duda admiración. No sólo porque parece que uno deambula por otros tiempos, sino que la música de fondo de algún guitarrista, las farolas antiguas, los edificios de otros siglos integran un escenario extraordinario.
Muchas guías recomiendan pasar por la Bodeguita del Medio, por donde Heminway pasaba por un mojito. Yo, en cambio, recomiendo La Floridita, bar por el que descansaba el literato del “Por quién doblan las campanas”, pero para un Daiquiri.
Este célebre bar, de más de 180 años, infunde una sensación de vibra en el alma. No sé si serán los músicos en la puerta, el olor al puro cubano, o las ganas de probar el famoso daiquiri, después de horas de caminata.
El ron domina el ambiente, y como sucede en éste tipo de lugares, la presencia de un hombre famoso entrega a una atmósfera especial y a una sensación de amistosa filosofía.
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