Wednesday, October 04, 2006

De paso por Colonia

Terminadas las vacaciones en La Paloma, el recorrido más gasolero era en colectivo a Colonia, y de ahí embarcar lentamente hacia Buenos Aires.

Con la mochila como única compañía, me alejé de la estación para aprovechar las pocas horas que quedaban de mis vacaciones. Sabía que el atardecer era la última señal para subir al barco.

Caminé hacia el centro de la ciudad amurallada que a veces, si los cielos azules lo permiten, vemos desde el otro lado del Río de la Plata.

Sin ir muy lejos me topé con una estructura de otros tiempos, y con aire de tranquilidad. No existe un motivo distinto que el descanso y el relajo, excepto por aquellos ruidos de motos, que hoy por hoy se alquilan en el puerto.

“La casa Nacarello, construida con estilo portugués...’’ oí comentar a una pareja de turistas y de reojo atendía a su explicación. Sin quererlo, en Colonia uno transita calles por donde paseaban las damas antiguas del siglo xviii. La ambientación parece preparada para que deambulemos y no dejemos de asombrarnos por la arquitectura añeja pero colorida. No faltan las flores ni los detalles de los carteles de las avenidas.

En mi recorrido faltaban el Faro y de la Iglesia del Santísimo, íconos de esta pequeña ciudad; que con sólo girar los divisé y hacia allí fui. Mientras tanto, los faroles compañeros de los infaltables empedrados, a medida que iba cayendo el sol iluminan de modo tenue. La gente, poco a poco, iba acomodándose en las mesas de los cafés, mientras que yo daba una recorrida en la orilla mirando el reflejo de unos chicos al mojarse en el agua.

Con el sol escondiéndose, no me quedaba otra opción que subir al barco. Sin querer desperdiciar ni un minuto busqué un lugar en la popa para contemplar el atardecer de una ciudad amurallada.

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