Thursday, January 31, 2008

Asilah

Uno puede pensar que está del otro lado del mediterráneo, pero está en Marruecos, en una ciudad amurallada en blanco y azul.

Un lugar donde hoy algunos afortunados –y también ricos- poseen algunas de estas casas. Sus pasillos son silenciosos y decorados por puertas enormes pintadas con distintas gamas de verde. Las santa ritas caen de sus balcones mezclándose con aquel color inmaculado de las calles, algunas decoradas con murales.

Pero a veces, ese silencio de sus callejuelas se interrumpe con cuchicheos, que al acercarse se traducen en chicos jugando con un ¨trompo¨, como fantasmas de otra época, que al doblar la esquina desaparecen.

Al final del laberinto de arterias de esta pequeña ciudad, uno llega al mar donde el atardecer es todo un panorama semejante a un cuadro. Allí también está el cementerio musulmán, que al contrario de ser lúgubre, sus tumbas son una combinación de azulejos perfectos.

En Asilah, se respira la magia de la quietud, esa calma que te permite saborear, el tiempo con detalle, y te deja delante de la maravilla de poder observar, lo pequeño, las pequeñas cosas con sentido.

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Cordoba

Cómo no enamorarse de un lugar donde el olor a azahar es tan fuerte que te llena los poros. Más si uno justo llega para el festival de patios.

Córdoba, sus callecitas se hacen eternas al parar en cada puerta para poder espiar sus patios andaluces.

Mucha gente no debe saber que en el s. XI soñaba con ser la mayor y más culta capital de Europa; en ella convivieron en perfecta armonía judíos, musulmanes y cristianos. Fue cuna de filósofos, científicos, artistas y sabios.

Infaltable la plaza de los naranjos donde aquel aroma a azahar hace muy difícil describir lo que uno siente. Debo ser una de las pocas personas que al pensar en Córdoba no resalta la Mezquita. Si, es increíble, la mezcla de religiones y culturas impacta, sobre todo, que dentro de ella hayan construido una Catedral. Pero al salir de su recorrido repleto de columnas, uno vuelve a sus naranjos en flor, por ende al maravilloso azahar.

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Monday, January 28, 2008

Marhaba Palace

No hay nada mejor que tener amigos en el lugar de destino, pero mucho mejor, si éstos tienen un restaurant! Nati, mi amiga, dio vueltas por varios lugares para terminar formando una familia en Tánger, y ahí mezclarse entre los aromas y sabores marroquíes.

Marhaba Palace es el nombre de este increíble lugar, tal cual me lo había imaginado cuando me contó de su existencia. No me acuerdo el número de mesas, pero seguro eran más de 30. Toda la decoración era tradicional pero no abundante.

Nuestra mesa, nuestra porque allí nos sentamos todos los días, estaba frente al escenario. Una vez, hasta me atreví a subirme, con la hija de Nati, Sofitita – personaje que seguramente será multiétnica cuando crezca- para tocar la pandereta con una shashiya
, gorro tradicional.

Es tradición tomar un rico té de menta después de cada comida. En Marhaba, tienen su propio ritual, donde el mozo lo sirve en unas tacitas desde una altura respetable.

Los aromas y las especias son un alimento fundamental y muy utilizado en la cocina marroquí. Son muchos los platos que contienen especias tales como la canela, pimentón, menta, azafrán, la pimienta negra, el comino etc.

Durante los pocos días que estuvimos en Tánger disfrutamos del arte culinario allí mismo.
Pero no todo fue couscous y kebabs, guisos tipo tajines con carne acompañados de verduras.
Sino, que el último desayuno en la casa de Nati, fue abundante y riquismo.

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Saturday, January 19, 2008

Tanger

Cruzamos el Mediterráneo en barco, escuchando al Nano. Adelante nuestro estaba África y dejábamos detrás al viejo continente. El puerto de Tánger nos sorprendió, no imaginábamos una ciudad tan grande, aunque la cantidad de gente en él no era lo que esperaba.

No nos esperaba nadie, así que con mochila a cuestas empezamos a movernos en busca de la Tangerina, nuestro hotel. El laberinto de callejuelas sin nombre complicaba la situación. Mohammed, un marroquí de 10 años se convirtió en nuestro guía. Mientras contaba sobre su escuela, se iban uniendo otros chicos en la caminata. Así fue que al llegar al hotel en la Kasbah, la propina tan deseada era requerida por todos y no sólo por Mohammed.

La Tangerina, resultó ser un lugar soñado, donde la ambientación y sus dueños (Jurgen, alemán y su mujer marroquí, Farida) hacían que todo cerrara en una combinación perfecta. El desayuno compartido entre algunos huéspedes y el matrimonio germano marroquí, la terraza con vista al Mediterráneo, con sus flores y vasijas… no había nada más que pedir.

Por una calle que descendía, llegábamos a la Medina, la ciudad antigua. Una vez ahí uno podía sentir la inexistencia de reglas de transito, o la ley del más fuerte. El mercado no era precisamente esos de Marrakech, pero tenía su encanto. Y las discusiones por los precios, en las tiendas, no tenían ningún desperdicio. Aunque, Fede sí sintió el acoso de la profesión ancestral de los árabes, para el cual tenía sus frases preparadas como sáfe (basta).


Tuvimos suerte de poder recorrer la ciudad acompañados por dos amigos que viven allá. Siempre es mucho más enriquecedor de esa manera: el poder observar con más amplitud que un turista clásico. Acceder a las tradiciones del lugar, sus historias, su gente.

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Friday, January 18, 2008

Un grabado de la Luna


Después de tantos meses con un sólo objetivo en la mente, rodeada de libros y papeles por doquier, amanecí con esa sensación indescriptible del deber cumplido. Esa sensación que inunda de satisfacción, placer, ansiedad, por el tiempo disponible. La simple idea de retomar el reloj de nuestro tiempo.

Salí con mi compañera, quien no podría ser otra, e irrumpimos en el mundo de los tatuajes. El diseño venía conmigo, y la concepción heredada desde hace varios años: “luna en barqueta, marino a la cucheta”, según mi abuelo, la garantía de que será una noche tranquila.