Asilah
Un lugar donde hoy algunos afortunados –y también ricos- poseen algunas de estas casas. Sus pasillos son silenciosos y decorados por puertas enormes pintadas con distintas gamas de verde. Las santa ritas caen de sus balcones mezclándose con aquel color inmaculado de las calles, algunas decoradas con murales.
Pero a veces, ese silencio de sus callejuelas se interrumpe con cuchicheos, que al acercarse se traducen en chicos jugando con un ¨trompo¨, como fantasmas de otra época, que al doblar la esquina desaparecen.
Al final del laberinto de arterias de esta pequeña ciudad, uno llega al mar donde el atardecer es todo un panorama semejante a un cuadro. Allí también está el cementerio musulmán, que al contrario de ser lúgubre, sus tumbas son una combinación de azulejos perfectos.
En Asilah, se respira la magia de la quietud, esa calma que te permite saborear, el tiempo con detalle, y te deja delante de la maravilla de poder observar, lo pequeño, las pequeñas cosas con sentido.
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